Naked Family
Poco después del recién inaugurado Monasterio Festival, donde este grupo fue uno de los grandes protagonistas, entrevistamos a Oscar, uno de los integrantes de la banda.
–Somos una banda que disfruta de tumbarse en la hierba y sentir el sol, algo que te aleja de pantallas y rutinas-
Vuestro sonido es una mezcla de grandes influencias. Podemos escuchar folk, rock, psicodelia, funk, pop… con ecos de los 70, incluso de los 60. ¿Tenéis predilección por alguno en concreto?
Yo creo que es una media a la que no hemos llegado del todo a decidir en ningún momento. Hoy somos siete músicos, cada uno con unas referencias bastante diferentes. En mi caso concreto, soy chelista y estudio música clásica. Creo que si coges el Spotify de cada uno de nosotros, las referencias son claramente distintas.
En un momento dado nos dimos cuenta de que conectábamos con ese gusto particular por la música de los 70, en concreto por la música inglesa. Llevamos siete años haciendo música juntos, aunque elaborando discos desde hace un poco menos, con unas referencias que nos vinieron muy bien para arrancar.

Hoy por hoy, realmente, estamos intentando modernizar nuestro sonido y coger referencias también de otros de los participantes de la banda. Por ejemplo, uno de los guitarristas toca mucho jazz y neo-jazz. A partir de ahí vamos trabajando nuevas referencias y sonoridades que creo que se reflejarán en el disco que estamos empezando a elaborar ahora.
Hay una cosa un poco inevitable, y es que tener un guitarrista en la banda como Pablo, que realmente vive su vida y su estética de una manera muy revival de los 70, hace que se nos asocie mucho con esta música. También es cierto que, a nivel de sonido, es una referencia clara. Pero, ya digo, desde hace tiempo tenemos la intención de modernizarlo poco a poco. Si lo vamos a conseguir es un misterio, porque siempre acabamos volviendo. Es un camino que estamos andando, y a ver qué pasa.
Como has dicho, sois muchos componentes. ¿es complicado poneros de acuerdo al elaborar los temas?
Realmente suele funcionar así: un integrante del grupo trae una idea. Muchas veces es un riff, unos compases o una idea armónica, y de ahí empezamos a elaborarla conjuntamente.
La verdad es que es un proceso a largo plazo, porque desde el principio la banda tiene una política muy democrática. Es decir, entre todos decidimos todo, y los royalties están divididos entre todos. Aunque alguien escriba más letras o componga más, todo es equitativo. Eso es muy bonito a nivel familiar: somos grandes amigos, nos respetamos y cuidamos muchísimo. Me parece algo muy diferencial de nuestra banda.
Pero esto también complica los procesos en general: las decisiones logísticas, las producciones o la parte más vinculada a la industria resultan más complejas porque no hay un liderazgo claro. De hecho, ahora mismo estamos en un proceso de reformular todo esto. Creo que es necesario que haya una voz que, en ciertos aspectos, pese más que las demás, siempre pensando en el bien común de la banda y no tanto en lo personal.
A nivel creativo, creo que estamos empezando a arrancar una nueva etapa. Como decía antes, estamos intentando encontrar un hueco para las referencias de cada uno. Ahora trabajamos con una fórmula nueva: cada uno trae ideas claras que provienen de intenciones diferentes, y esas ideas las desarrollamos entre todos.
“Vivir”, vuestro último sencillo, es una canción algo menos vitalista de lo que nos tenéis acostumbrados, aunque quizás cercana a “Espejo” o a “Luna ”.
Sí, es una canción un poco más melancólica, más triste, un poco de amor. Generalmente, quitando esos ejemplos que mencionas, nuestras canciones son más alegres. En este caso es un cambio, porque es verdad que solemos ser un grupo bastante alegre, pero a veces pasan cosas que hacen que cambie la manera en la que compones o escribes una letra.
Realmente esta es una de las canciones que compuso nuestro guitarrista Manu, que es uno de los principales compositores de la banda. De alguna manera, creo que con esta canción está despidiéndose de su pareja, de un momento en el que más se vivió. La trajo prácticamente cocinada: entre todos estuvimos escribiendo la letra, pero compositivamente y armónicamente la canción ya estaba casi cerrada.
Creo que no es una intención de empezar a hacer música más triste o melancólica, simplemente fue algo casual, un momento. Las canciones que tenemos ahora preparadas incluyen dos singles: uno muy divertido y feliz, y otro que vuelve a ser más melancólico, más folk, más oscuro también. Así que creo que será algo orgánico, no una decisión previa. Simplemente la música va llegando.
Entonces, ¿tenéis ya preparado nuevo trabajo?
Preparado, preparado, no está. Ahora mismo estamos viviendo un proceso de resurgir, como cuando el fénix renace de sus cenizas. Venimos de una búsqueda larga de lo que queremos hacer, y esto tiene que ver con lo que comentaba antes: el tema democrático, las decisiones horizontales, han hecho que le demos muchas vueltas a la misma tortilla sin hacer algo tan natural y orgánico como es componer canciones.
Al final, hacer una canción es un proceso muy orgánico y natural. No tiene mucha vuelta de hoja. Luego, en el estudio, sí puedes pensar en la producción, en los arreglos, en profundizar en lo sónico y entrar en un núcleo infinito. Pero hacer una canción, como tal, no tiene por qué ser algo pesado.
Desde hace tiempo venimos poniendo más mente que corazón en este proceso, y justo ahora estamos en un momento de transición en el que nos hemos dado cuenta de que lo importante es volver a los inicios, a la música, sin tantas vueltas.
Nuestro último disco, el que hicimos con Íñigo de Los Estanques, tiene un carácter muy suyo, lo cual le da un punto de genialidad, pero también hace que trabajar con productores de tanta personalidad no nos permita encontrar un sonido 100% propio.
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“Tumbado en la hierba al sol” evoca un estado ideal físico y mental en el que cualquiera quisiera estar. ¿Ese es el mensaje?
Creo que sí. Al final, cuando estoy en verano y me tumbo en la hierba al sol, es un estado físico y mental que alimenta el alma. Es divertido evocar esas imágenes en la gente cuando tocamos en directo o cuando nos escuchan en casa.
No hay una decisión previa de querer transmitir felicidad siempre o de ser “una banda superfeliz”. Pero sí somos una banda familiar, y buscamos esas sensaciones: en vacaciones, en conciertos creativos… Creo que está bien. Somos una banda que disfruta de tumbarse en la hierba y sentir el sol, algo que te aleja de pantallas y rutinas. Es una actividad sencilla, pero con un impacto mental fuerte. Ojalá pudiéramos hacerlo más a menudo.
“Bebé terrestre”, el cuadro de John Collier, ¿surge como admiración por este pintor?
El tema surgió a partir de unos acordes de piano que traje yo a la banda. La referencia a John Collier apareció cuando empezamos a escribir la letra: nos dimos cuenta de que tenía relación con ese cuadro. Encontrar esa referencia estética nos ayudó bastante a seguir componiendo, tomando como inspiración el mito y la atmósfera del lienzo.
En Naked Family todo es muy espontáneo. Puede haber mucha profundidad en lo que hacemos, pero no hay decisiones previas como “vamos a hacer una canción sobre este cuadro”. Simplemente, trabajando en la idea nos dimos cuenta de la conexión y lo incorporamos a nuestro imaginario.
Después, en el momento de poner nombre a las canciones —algo que personalmente se me da muy mal— surgió “Bebé terrestre”. A mí me parecía un título raro, incluso amateur, pero fue una decisión de equipo. Como la letra había nacido bajo esa referencia al cuadro, nos pareció bien dejarla también como título.
Tenéis otro tema, “Belly of the Whale”, donde colaboráis con Adriana Proenza. ¿Tenéis alguna colaboración en mente para vuestro próximo trabajo?
Tenemos muchas, aunque ninguna cerrada del todo. Uno de los próximos singles contará con Mati, un colega cuyo proyecto es una banda de rock uruguaya con mucha trayectoria y giras internacionales.
La suerte que tenemos es que pertenecemos a una escena muy profunda y exuberante. Muchos músicos son amigos nuestros, y con frecuencia surge la conversación: “¿por qué no hacemos algo juntos?”. A veces se acercan a nosotros y nos dicen que les encantaría colaborar.
A lo largo de los años han surgido muchas ideas y oportunidades de colaboración. Creo que en el próximo disco habrá, como mínimo, un par. Seguramente será con bandas amigas y potentes, con las que ya hemos compartido escenario y amistad.
¿Cuál es tu cronología musical?
Voy a intentar hacerlo simple, porque siempre he escuchado música en mayor o menor medida.
Cuando era muy niño, con 6 o 7 años, lo que escuchaba era lo que ponía mi familia, sobre todo mi padre. Los fines de semana ponía muchos cuartetos de Haydn, óperas, mucha Mozart… en general, música clásica . Eso es lo que recuerdo. También iba a verle tocar conciertos de cuarteto, y yo mismo tocaba en la orquesta infantil, así que la música siempre estaba ahí.
Más adelante, cuando tuve mi primer MP3, mi padre me metió toda la discografía de Michael Jackson, y me volví loco escuchándola. También había mucho jazz cantado, sobre todo Frank Sinatra. Aunque después lo dejé un poco de lado, en aquel momento lo escuchaba bastante.
En ese MP3 también tenía canciones de las Spice Girls. Recuerdo que con 8 o 9 años, yendo a tocar con la orquesta, escuchaba mucho pop. Todo ese mundo entró en mi cabeza.
Luego, en la adolescencia, tuve una etapa en la que hacía bastante skate, y ahí escuchaba mucho hip hop norteamericano, sobre todo rap de EE. UU. No tanto en español, porque nunca me gustó demasiado.
Ya con 18, 19, 20 años, empecé a interesarme de forma más obsesiva por la música: por artistas concretos, por producciones, por bandas sonoras. Descubrí a grandes genios, como John Williams, que para mí fue un referente y casi un padre de la música de cine. Ahí empecé a tirar de ese hilo y a explorar mucho más.
Ahora mismo, en mis playlists de Spotify, tengo una mezcla de todo tipo de sensaciones. Escucho mucho italo-disco, pero también me interesa lo que hacen las generaciones actuales en España. Por ejemplo, artistas como Rusowsky o Ralphie Choo —con quien trabajo desde hace dos años— me han mostrado un camino distinto hacia la música. Él me ha enseñado a entender un instrumento súper sintetizado, que me ayuda a experimentar con sonoridades que nunca hubiera imaginado.
Por mi educación, fui un poco hater: creía que la música era solo lo que yo entendía como música. Hoy pienso que la música es infinita y que nadie puede definirla. Otra cosa es que te guste o no. Nunca había entendido el autotune, y prefería a alguien que cantara sin él. Ahora lo comprendo: entiendo su función, entiendo por qué está ahí y que es parte de la evolución natural de la música, como la historia misma que se estudia en el conservatorio, con sus fases y superposiciones.
Para mí ha sido un proceso muy bonito. Hoy creo que ser un hater es, en el fondo, odiar cosas que podrían hacerte disfrutar. Y prefiero no tener ya esas escamas de maldad: cuando algo no me gusta, simplemente digo “no me gusta” y paso a otra cosa.
¿A qué película o serie de televisión te hubiera gustado ponerle banda sonora?
Creo que, si fuera una serie, quizá Twin Peaks, aunque dudo que pudiera hacer una banda sonora mejor que la que tiene. Y si fuera una película, diría el remake de El Perfume, también por la relación con su música, aunque ahí tampoco creo que pudiera superarla. Pero sí que me encantaría, la verdad.
Poco a poco voy metiendo la nariz en trabajos audiovisuales. Este año he tenido la suerte de trabajar con Almodóvar para una escena de una nueva película. También he participado en distintos formatos: un corto, un documental que estoy musicalizando con el violonchelo… Todo esto me hace aprender paso a paso, aunque me sigo sintiendo muy pequeñito..
¿En qué escenario/país os gustaría tocar? ,
La verdad es que no la tengo muy clara. Con sentir que lo que hacemos llega a la gente me parece suficiente. Nunca hemos tenido sueños de grandeza. Con poder cerrar algún festival en España y, con suerte, cruzar el charco para tocar en México, ya me parecería increíble.
El simple hecho de viajar con mis colegas, llegar a una sala, a un concierto, a un festival… eso ya me parece fantástico. El lugar o el escenario me da igual.
También es cierto que yo, personalmente, he tocado en muchos escenarios grandes y festivales. Incluso pinta que el año que viene estaré en Coachella o en Copacabana. Pero me he dado cuenta de que los grandes escenarios no son mi manera de tocar. Si pudiera elegir, haría teatros toda la vida.
Imagino a Naked en una gran gira de teatros, con un público más cercano. Hacer estadios sería soñar a lo grande, sí, pero no es lo que más nos mueve. Lo importante es que la música cale, que encontremos esa fórmula en la que unas cuantas canciones hagan que la gente valore nuestro trabajo y quiera descubrir el resto de lo que hacemos.
Somos siete músicos haciendo algo muy sinfónico, y creo que en España no existe algo parecido, y en el mundo hispanohablante tampoco demasiado. Me sentiría muy satisfecho si conseguimos que esas canciones enganchen a la gente, que vengan a vernos en directo y disfruten de toda la amalgama de emociones y sensaciones que ofrecemos en los conciertos.
¿A qué grupo o artista te hubiera gustado ver?
Pues quizá a Bob Marley. Me encantaría poder escucharle en su casa de Jamaica, entre su gente.
Por no irme a algo más pedante como decir Beethoven o una sinfonía, prefiero pensar en algo más vital. Bob Marley es alguien a quien recurro mucho cuando estoy de vacaciones, cuando voy en coche y me canso de escuchar cosas raras de Spotify.
¿Cuáles la actuación que más os ha sorprendido?
Para mí fue el último concierto grande que hicimos, en la Sala Milano de Madrid. Al principio parecía que iba a ser flojo, con entradas vendidas a un ritmo lento, pero en los últimos cinco días todo explotó.
La puesta en escena fue increíble. Mi suegra, que ha hecho mucha escenografía, nos ayudó a montar unas flores enormes que caían desde arriba. Llevamos un cuarteto de cuerda, hicimos colaboraciones… Fue un concierto que caló, que representó justo lo que queremos transmitir.
Nos quedamos con la sensación de que demostramos que podemos hacerlo muy bien. No por echarnos flores, pero creo que cada uno dentro de la banda es muy bueno en lo que hace, y eso hace que seamos un gran equipo. Salimos plenos, como si hubiéramos vivido una ensoñación.
¿Nos puedes contar alguna anécdota?
La verdad es que tenemos muchísimas vivencias juntos. Más que una anécdota concreta, lo que me vienen son momentos.
Recuerdo, por ejemplo, un viaje que nos marcó mucho. Una amiga nuestra vive en la frontera entre Extremadura y Portugal, en un pueblo llamado Acebo. Su padre fundó allí un espacio llamado El Molino, un antiguo molino de agua convertido en una especie de comuna en los años 70.
Un viaje que definió bastante nuestra identidad como banda. Creo que es algo bonito de recordar y que siempre va a estar dentro de nuestra historia.
Si en algún futuro, imagínate, nos convertimos en una banda superfamosa y nos hacen un documental o algo así, estoy seguro de que parte de ese documental se rodaría allí, en El Molino, hablando de lo que pasó en ese lugar.