ANIMADORA: Sobre lo visible
«Cada canción es un pensamiento, y es un pensamiento en el que he pasado un segundo, una década o una eternidad».
¿Encontráis diferencias entre Las Corrientes y vuestro último trabajo, Sobre lo Visible, no tanto en tiempo como musicalmente o en cuanto a madurez como grupo?
Bastante. Todavía estamos en el proceso de aprender un poco el autoconocimiento, porque estamos intentando definir sonido, intentando decidir a dónde queremos llegar y a dónde no, por qué sitios queremos pasar y por qué sitios no nos interesa tanto. Pero sí que hay un cambio en el ámbito, porque yo empecé… El primer EP, realmente, yo no tenía banda cuando salió. Hice cuatro canciones y me las produjo Álvaro Sierra, que es el hermano de un amigo mío, Javi Sierra. Y nada, por el contacto y tal me dijo: “Bueno, ¿qué tal? ¿Por qué no te vas a grabarlas, que te haga un poco de producción, tú le explicas lo que quieres y tal?”. Era la primera vez que me embarcaba en esta andadura sola, como compositora, como autora —digamos— de todo lo que estaba pasando. Y nada, salió el EP. No estaba nada convencida, estuve a punto de no sacarlo, tengo que decir. Había un cambio, había un corte con lo que venía haciendo anteriormente, que yo no había buscado, que por supuesto no quería, pero tú sabes, estas cosas a veces dan un poco de vértigo y estuve a punto de no sacarlo.Entonces, bueno, una vez que lo saqué, lo presenté a Autoplacer, etc., y ya me vi en la tensión de decir: “Ok, creo que esto va para adelante, ahora me hace falta una banda”. Y desde ahí hasta ahora hemos tenido varios cambios dentro de la banda, hemos tenido muchas conversaciones en torno a qué queríamos hacer, y en todo ese tiempo, sinceramente, creo que ha habido muchos cambios muy positivos y que ahora suena a banda de verdad. Realmente cada uno tiene su rol. Ahora… se nota mucho que ya vamos hacia un pensamiento colectivo, un pensamiento como… antes era más “yo y mi circunstancia” y ahora ya somos más una banda. Entonces sí que creo que hay un salto.
En vuestro último trabajo, hacéis como una aclaración en cada canción: El Diablo: Intramuscular, Los Amantes: El Ermitaño, Espacios y así. ¿Por qué? ¿A qué se debe esa pequeña aclaración que hacéis en cada título?
Pues tiene una función conclusiva, pero también tiene una función selectora, porque realmente las canciones hacen referencia… O sea, este se llama Sonoro Visible porque, bueno, yo tengo amigas que les gusta mucho el tarot, me introdujeron un poco en ese mundo, todo el tema del simbolismo del tarot, la adivinación que tenía el tarot, y me cautivó un poco. No tanto por creerme en el sistema, no por creerme en el sistema de adivinación, sino por el simbolismo y todo el lenguaje que tenía detrás.
Entonces, realmente cada canción es un pensamiento, y es un pensamiento en el que he pasado un segundo, una década o una eternidad. Entonces ese pensamiento, de alguna manera, lo he conectado con la parte visible —en la carta del tarot, la representación del tarot— con la parte no visible. Entonces hay contraposición. A través de mi lenguaje, a través de mi toque de emoción, he hecho una interpretación de esa carta. Era un juego que, al final, ha ido a más y ya lo he dejado así, la verdad.
¿Por qué «Maleza» es la canción del “no”?
Pues porque la hice un poco sin pensar, y un día me puse a analizar un poco la letra, a darle una vuelta, a ver si podía darle otro matiz, si podía cambiar alguna frase, y dije: “O sea, aquí hay un ‘no’. Continuamente todo es una negación, ¿no?”. La canción se basa en la negación todo el tiempo. Así que lo hice una relación —porque me encanta la relación entre paréntesis— porque es lo mismo, a veces como un juego voy descubriendo un poco a mí misma cada vez que leo una letra o que intento darle la vuelta. Y en ese juego voy añadiendo elementos. O sea que esa es la explicación
Y sin embargo, “El eco” es, lo entendemos así, una de vuestras canciones más optimistas. ¿Se vislumbra como un rayo de esperanza en “El eco”?
En realidad, sí. Porque el resto de las canciones del EP son más oscuras, son un poco más hologramatizadas —no tanto— pero La maleza, Las grietas… son un poco un hoyo. Y en El eco, pese a la sensación de que en la canción una está atrapada o está limitada en muchos sentidos, sí que hay un punto en el que pretende romper con ello. O por lo menos así es la sensación que yo tenía. Porque yo compongo muchas sensaciones y luego, bajarlas a tierra… funciona un poco así.
Pero sí que la idea era terminar el EP con una pequeña apertura hacia otro mundo y construir desde ahí.
“El Holograma” es uno de vuestros temas más reconocidos. ¿Es vuestro favorito o tenéis algún otro?
Bueno, a mí me gusta mucho, del EP nuevo, me gusta mucho así como “El Diablo”. Creo que ahora mismo es de los temas más receptivos en lo sonoro, por ejemplo, hacia donde queremos remar, hacia qué dirección. Pero en verdad “El holograma”, yo creo que tiene una letra muy larga. Para mí, en ese momento, cuando la hice, fue la canción que me pareció más larga en cuanto al detalle y a resolución. Salió de la nada en tres segundos. Tengo que decir, estuvimos trabajando sobre esa idea, pero la letra… yo me atrevo a decir que la letra nació así, se quedó así y nunca se tocó. Y, casualmente, funciona bien.
Entonces creo que es el tema que más pegada tiene, que conecta más con el público porque también es más amable, es más accesible, no es tan ruidoso, es un poco más balada. Y que al mismo tiempo nos ha hecho a nosotros, como banda, entender un poco qué es lo que queríamos hacer, pero no sabíamos bien todavía cómo. Entonces es representativa en la primera etapa de la banda. Ahora tenemos otras cosas que son igual o más representativas.
En “Los amantes: Radares”, la protagonista se deja llevar como por una desilusión desgarradora. Una frase que dice: “Yo, aun sabiendo nadar, elijo no hacerlo”. ¿Es una canción de abandono, de desgarro y dolor?
Sí. Es una canción en la que te dejas llevar, pero te dejas llevar nunca. Es una canción en la que tú no tienes ningún control sobre lo que está ocurriendo. Incluso aunque puedas tenerlo, crees que no lo tienes. Y el mar, el océano, me parecía como una metáfora. El mar tiene todo lo único que puede tener algo y, al mismo tiempo, es temible y es violento y no puedes luchar contra él. Te arrastra, de alguna manera.
Entonces la metáfora surge un poco porque esa parte que dice “me han fallado los radares”, como… ¿Cómo no lo he venido a oír? Pero, además, no solo he ido directa, sino que además he dejado un poco que el remolino me arrastre. Y yo me he ido con él y no he sabido cómo volver. Pero, bueno, al final te dice que de alguna manera vuelves a la orilla. No porque tú quieras, sino porque al final la inercia tiene mucha fuerza.

En “ El carro” encontramos partes muy duras, por ejemplo cuando la protagonista se mira al espejo y dice: ¿Quién me devuelve la mirada? Una persona muy asustada. ¿Se está juzgando a sí misma?
Sí. O sea, cuando… A ver, son canciones que nacen mucho de la introspección, de un poco la disociación que tienes contigo misma en ciertos momentos de la vida. Entonces, para mí tiene una cosa, como tú dices, que es muy estremecedora, quizás en el sentido más… Es como un poco desconsolador por una parte, pero por otra parte también cierra el capítulo.
Entonces, o sea, no eres la misma, pero tampoco está tan mal. Quiero decir, a lo mejor no te reconoces ahora, pero lo vas a hacer más adelante. Habla mucho de la fuerza, de… como diciendo: “Bueno, es que tengo un trozo”. Quiero decir, al final, tienes que ir hacia adelante. Tú no vas hacia el futuro como si estuviera tubular, el resto, ¿sabes? No tienes… La vida no es lineal, pero de alguna manera el futuro te lleva a sitios que tú no te planteabas.
Entonces, por esa parte, sí que concuerdo contigo en que es un juicio a una misma, una mirada externa a una misma, pero por otra parte creo que también, en el momento en que rompe y sale —bueno, la parte en la que hay más grito, más desgarro y tal— es como: “Vale, esa persona ha quedado en otro momento y ahora hay un nuevo comienzo”.
¿“La emperatriz” se resguarda…?
Pues aquí, esta canción realmente… Si tú escuchas el EP, de alguna manera dibujo un trazo de este álbum, una mirada hacia lo que vendrá. Pero por otra parte también es oscuro, también se regocija un poco en la tristeza, en la frustración, en los momentos muy humanos, emociones muy humanas. Y también tenía que haber algo que fuese tierno, algo que se resguardase. Y para mí “La emperatriz”… yo pienso en mis amigas. Es una canción que va exclusivamente… no viene a dedicar, está construida sobre la idea —porque dedicar es una cosa rara— también es una dedicación, pero diría que está construida sobre un sentimiento. Casi lo que sientes cuando estás en los brazos de tu madre, todas estas sensaciones seguras, agradables, en las que quieres quedarte, aunque sea un poco como una nana triste. Para mí es un sitio de resguardo.
Se podría decir que apostáis estáis dentro de un estilo noisy o shoegaze. ¿es la línea que vais a llevar definitivamente?
Sí. A ver, todavía estamos trabajando en estas cosas. Es difícil diferenciarse, es difícil hacer algo identitario. Es difícil diferenciarse en cualquier parte de la industria. Incluso en la parte más popular, más mainstream, también es difícil.
Estamos dándole muchas vueltas, porque hay gente que dice que somos shoegaze, pero nosotros no nos vemos solo dentro del género shoegaze; nos vemos con mezclas dentro del slowcore, porque hay muchas influencias ahí, también de la parte más garajera, más ruidosa, de otros artistas.
Sí que vamos a seguir siendo ruidosos, porque nos sentimos muy cómodos en el ruido y creemos que nos representa bastante bien. Nunca descarto hacer un EP diferente. Yo vengo mucho del formato acústico, de cantautora —por así decir—, y más melódico en la voz, menos gritos, menos ruidos, más claros. Nunca descarto hacerme un disco más acústico o un EP menos noisy, pero de momento las composiciones que estamos trabajando van en esa dirección, y creo que nos sentimos bien… hasta que nos venga una epifanía que nos diga que somos otra cosa y nos apetezca.
¿En qué sala, festival o país os gustaría tocar?
Pues a mí me gustaría tocar en Estados Unidos. No tanto por tocar allí como tal, sino por meterme un poco en el ambiente de alguna ciudad. En algún antro, o con algún grupo de allí. Soy bastante fan de la música independiente estadounidense, sobre todo la de principios de los 2000, entonces me ilusiona mucho imaginarme toda esa construcción que hay —subterránea casi— de la música allí. Y es algo que daría mucha ilusión, la verdad. Creo que al resto de la banda también. Porque hay sitios muy míticos, históricamente, dentro de la cultura musical, que siguen allí, que siguen siendo accesibles. Así que haríamos un poco lo que hacemos aquí, pero allí. Nada rimbombante, nada de festivales. Simplemente salas con gente a la que le gusta disfrutar de la música, tanto ahora como en los últimos años.
¿A qué cantante o grupo que ya no está te hubiera gustado ver?
Bueno… tengo muchos, ¿eh? Pero he estado pensando mucho en Jesús de la Rosa (Triana). Me hubiese encantado verle en directo. Por desgracia, mi padre pudo, pero yo no.
¿Y a qué película te hubiera gustado ponerle banda sonora?
Pues te diría que… también muchas, pero por decir algo: a cualquier película de Xavier Dolan. Que no tiene nada que ver con lo que hacemos nosotros, pero me encantaría romper un poco con eso. Meter un elemento que contraste con la imagen o lo que está pasando. Me gustan esas apuestas arriesgadas, ¿sabes? Meter canciones que tú dices: “oye, esto no me lo esperaba aquí”, o “nunca lo hubiese imaginado”. Así que sí, me gustaría. La verdad que sí.
¿Cuál es la actuación que, hasta la fecha, crees que nunca vas a olvidar?
A ver… creo que está por ocurrir, ¿eh? Yo creo que uno de los bolos que vienen puede ser bastante potentes… Pero de lo que ya hemos vivido… Sí que hicimos algún bolo en La Wurli que nos sorprendió. Fue, yo qué sé, que vino gente, el ambiente era súper guay, había artistas que sacaban canciones, las otras bandas eran bastante chulas, y nos hizo mucha ilusión formar parte.
¿Y tenéis alguna anécdota para contarnos?.
Una anécdota… A ver, en su momento no nos pareció nada graciosa, pero ahora, con el tiempo, sí.
Uno de los primeros bolos que dimos fue en el Cultural de Almería. Éramos una banda que nadie se esperaba allí, porque era un cartel mucho más… había artistas más pop, incluso las bandas emergentes eran de otro estilo. Pero dijimos: “bueno, por lo que sea, vamos”.
Íbamos como banda emergente, claro, y nos plantamos allí pensando que nos iban a poner batería, un mínimo de backline… y teníamos que tocar en la calle, a la una de la tarde. Imagínate: Almería, en agosto, a la una, en la calle.
Y cuando llegamos nos dicen: “no, no tenéis batería, tenéis que alquilarla”.
O sea, que nos dejábamos casi toda la pasta que nos iban a dar en alquilar una batería. Fue todo muy raro, pero en menos de tres horas conseguimos el número de un chico que vivía en un pueblo de Almería. Ese día, en principio, no podía, pero vino hasta Almería capital a traernos una batería.
Nos hizo incluso precio, pero seguía siendo carísimo. Luego nos contó anécdotas suyas, porque era músico… ¡y había ido en la gira del Koala!
Fue todo muy surrealista. Gracias a el chico pudimos sacar el bolo adelante. Lo conseguimos disfrutar, nos lo pasamos bien, pero yo en ese momento estuve a punto de decir: “yo no toco, no sé qué hacer ahora”.
En tiempo récord: nos trajo la batería, la montó, la desmontó… o sea, fue como… una locura.
Estuvimos a punto de tocar sin batería. Ahora lo contamos como anécdota, pero en ese momento queríamos llorar.