MARISA VALLE ROSO

Desde la emoción, la raíz y la palabra, Marisa teje un relato artístico personal, político y poético

DESDE LA EMOCIÓN, LA RAÍZ Y LA PALABRA, MARISA TEJE UN RELATO ARTÍSTICO PERSONAL, POLÍTICO Y POÉTICO EN SU NUEVO DISCO

«Nací y vivo en la Cuenca Minera asturiana, concretamente en Llangréu, donde la minería y la industria alimentaron esta tierra que hoy tanto me inspira. Entre ceniza y carbón vivieron los protagonistas de estas historias que ahora convierto en canciones.
Mi próximo disco, que iré desgranando a lo largo de 2025, está enmarcado en Asturias y tiene como hilo conductor las minas, la lucha feminista, la lucha obrera, el folclore y la tradición.
Producido por Juan de Dios Martín, este álbum es una mirada necesaria al pasado para cantar con fuerza al presente.»

Así habla Marisa Valle Roso de Cenicientes (Esmerarte, 2025), su nuevo larga duración que presentará el 18 de octubre en Langreo (su ciudad natal). Este disco, que ya podemos tener entre manos desde finales de septiembre, es el principal reclamo de esta entrevista llena de amor por su tierra. Esta abanderada de lo astur ha salido de su zona de confort con un resultado sobresaliente.

«Creo que la revolución empieza por dentro siempre, así que lo primero que hay que hacer es quererla más desde dentro»

Enhorabuena por tu disco Cenicientes, unir el folclore con los sonidos actuales es un choque bastante arriesgado, pero exitoso.

MARISA: Totalmente. La verdad es que al final es experimentación y un riesgo también.

Parece que te sientes muy cómoda ahí.

M: Sí, totalmente, totalmente. Soy una persona a la que le gusta mucho probar, ¿sabes?, y experimentar. No me cierro; me gusta cantar de todo, me gusta probar con efectos…

Además, yo tengo tradición. Vengo de un canto tan virtuoso como el folclore, que encima, cuando empecé a cantar, eran todo concursos tal cual se cantaba. Y de repente, poder coger una canción tradicional y meterla —o desarmarla…—, para mí eso es como un juego, ¿sabes? Y me encanta.

Te habrás divertido a tope.

M: Sí, sí. Por ejemplo, «El Pañuelín», que es un tema, tiene historia también.

Muy feminista, ¿no?

M: Sí. Es que, bueno, el disco es bastante feminista: con el zapato de la portada, con «La Carbonera», por ejemplo, también, porque lo del pico y la pala se utiliza mucho allí como símbolo de lucha obrera. El título del disco tiene un doble sentido: uno, porque al final son mujeres que vivieron entre carbón y ceniza; y dos, porque allí donde vivo es una zona tanto minera como industrial. Mi padre siempre me contaba que, cuando era pequeño y llegaba a casa, tenía que quitarse las cenizas de la industria.

Allí es donde sigo viviendo. Muchas de las historias en las que me baso en el disco, como «La Carbonera», «Cenicientes», «El tren de la libertad»…, son de mujeres de la cuenca minera que están relacionadas con la minería y con la industria.

Y luego, lo del zapato tiene historia también: la canción «Cenicientes» está inspirada, entre otras, en Anita Sirgo. Ella tiene un papel importante en la volgona del 62. En una de esas huelgas que hicieron las mujeres (en aquella época las detenían, las torturaban antes incluso de ser penadas), lanzó un zapato a un guardia civil, le dio en la cabeza, escaparon, echaron a correr y el guardia civil anduvo por toda la cuenca buscando de quién era ese zapato. Encima, calzaba un 42, que para la época era un zapatón, zapatón. Y por eso es muy simbólico.

En Asturias, el zapato de tacón se convirtió, sobre todo desde que murió Anita el año pasado, en un símbolo presente en todas las manifestaciones del 8M, porque esas mujeres fueron pioneras en las movilizaciones.

Y con todo esto que me cuentas ahora, ¿el Gobierno de Asturias te ha contactado para ser altavoz de estas raíces asturianas?

M: No, de momento no. Sí que es verdad que estamos ahí intentando, a ver si una idea que tenemos nos la echan adelante, pero vamos, de llamarme ellos a mí directamente… no.

El disco va a salir ahora, a ver qué pasa, ¿no?

Tu dilatada carrera colaborativa, que incluye nombres muy potentes como Víctor Manuel, Rozalén, Silvia Pérez Cruz, Jorge Drexler, Sabina, Nacho Vegas también, para tu salto en solitario, ¿qué te ha enseñado?

M: Para mí tuvo un papel importante el ir escogiendo caminos en estas colaboraciones porque la primera colaboración que tuve fue con Víctor Manuel. Yo venía de cantar tonada básicamente, y en exclusiva durante muchos años, y él me llamó para colaborar en un homenaje que se le hacía en su pueblo, porque me había visto cantar.

A partir de ese homenaje luego me llevó de gira con 50 años y allí es cuando conocí a toda esa gente (a Jorge Drexler, a Silvia Pérez Cruz, a Sabina). Desde ahí fue cuando quise interesarme un poco más por la canción de autor, buscar canciones que contaran más cosas, que estuvieran más centradas en la interpretación, en la letra —aparte también porque tuve que cantar una canción que estaba fuera de mi zona de confort, de la tonada: «La planta 14» de Víctor Manuel—.

Gracias a él conocí a Rozalén, que fue de las primeras que me animó a escribir mis propias canciones; y empecé a escribir. Víctor Manuel también me animó cuando me dijo: “Yo te escribo las canciones que quieras, pero como tú a ti misma nadie te va a conocer”. Y así empecé.

Aprendo mucho de cada una de las colaboraciones, y por eso cada vez que me llaman para una, estoy ahí la primera, porque aprendo en todos los sentidos.

Coinciden ellos dos en que si compones tú, lo cantas de otra forma. ¿Es porque pones más mimo o más cuidado en esas composiciones?

M: Es que yo creo que es porque estás contando algo tuyo, aunque no lo estés diciendo directamente. Muchas veces, indirectamente, le estás dando un sentido, totalmente.

Entonces, yo creo que la emoción es doble: no solo la de interpretar, sino la de estar contando algo que a ti te llega y te motiva. Y luego también, lógicamente, melódicamente estás componiendo esas melodías ya en base a tu voz y a cómo tú cantas. Eso también facilita que la canción luego sea mucho más fácil de interpretar.

Me resulta más fácil cantar mis propias canciones que canciones que me hacen otros, porque al final cada uno escribe para uno mismo, ¿sabes?. Es un trabajo también que me gusta: coger una canción e intentar hacerla mía, pero es un trabajo más difícil.

Claro, porque a lo mejor con tus canciones ya sabes intuitivamente qué tono poner.

M: Exactamente, sí, sí, sí. Y, por ejemplo, en este disco ya encontré un sitio todavía mucho más fácil porque, a la hora de componer, vengo de la tradición, estoy componiendo desde la tonada, desde el folclore, y como mi voz nació ahí es donde más cómoda está. Y se nota.

Se nota un montón.

M: Algo que vi cuando empecé a trabajar con Juan de Dios: lo primero que vimos claro fue desechar un montón de canciones que yo traía porque no estaban escritas desde ahí, y se notaba.

Igual con las otras canciones te notabas un poco impostora.

M: Era otro yo, o sea, tal cual, sí. Como decíamos Juan de Dios y yo: “Estas son las de mi primo”. De hecho, hay una carpeta que se llama las de mi primo, que es la otra yo: está muy bien y suena muy guay, pero no son para mí. Igual, de repente, para otra persona funcionan genial.

¿Cómo llevas el hecho de tener ese peso tan artístico en cuanto a oportunidades de colaborar y premios recibidos? He visto los premios que te han dado, que son también muy significativos. ¿Cómo has gestionado este reconocimiento?

M: Bien. A ver, es verdad que llevo recibiendo premios desde muy pronto. Al final… claro, empecé ganando concursos con 16 años. Recuerdo el primer AMAS: el primer disco que saqué junto a mi hermano y ya me dieron, por ejemplo, un AMAS aquí en Asturias a Mejor Voz, que suelen darlo por trayectoria; normalmente esperas que te lo den mucho más adelante.

Ahora me acaban de dar el del Comercio, que también es un premio importante y que de repente se agradece mucho. O sea, me parece que los premios siempre llegan cuando eres ya mucho más mayor, y poder recibirlos ahora, en el momento en el que tú estás creando, que es tan duro dedicarse a esto, es como un apoyo. Yo los premios siempre los recibo como un impulso.

Y sobre todo, como son premios que vienen de mi tierra, es una manera también de sentirme querida en casa. Lo llevo con orgullo y agradecida.

En ti y en tu música llevas a Asturias por bandera. ¿Qué significa para ti ser asturiana? ¿Es tu mayor inspiración a la hora de componer?

M: Yo estoy muy orgullosa, bueno, igual todo el mundo dice lo mismo, pero yo estoy orgullosa de ser asturiana.

En Asturias tenemos una forma de ser diferente, tenemos una historia impresionante. Como decía esa canción de Hester Lowe: “Hay una lumbre en Asturias que calienta España entera”. Empecé con la tonada a los 12 años y estoy tan arraigada a todo lo que tiene que ver con esta novedad asturiana —en el folclore, en la lengua, en la historia…— porque yo cantaba canciones, por ejemplo, de la minería, ya desde hace años.

¿Pero es tu principal fuente de inspiración, o en qué más te inspiras?

M: Es lo que más me inspira, totalmente. Por ejemplo, La Fugaz fue el primer disco que escribí, pero ya había cosas. Siempre intento buscar la inspiración al final en lo que me rodea, donde vivo, lo que veo todos los días. Entonces, es muy difícil inspirarse en otra cosa que no sea Asturias.

¿De dónde parte la idea de fusionar folclore con electrónica y con pop? ¿Cómo llegaste a ese mix de sonidos?

M: Al final, cuando compones, las canciones ya te llevan a algún sitio, ya te las imaginas de alguna manera. Y sí que es verdad que al final empecé a investigar el folclore en este disco, sobre todo a analizar mucho el lenguaje de la asturianada, que es una manera de expresarse diferente sobre las melodías o las estructuras de la tonada, del folclore asturiano. Y a partir de ahí empecé a elaborar canciones que llevaba más al pop.

Luego, la producción con Juande nos llevaba ya un poco a la electrónica, al pop, si las canciones te lo iban pidiendo. Por ejemplo, «La manzana», en el momento que la escribí, ya sabía que ese tema iba a ser electrónico.

Fotos de Nuria Gil Herrero

¿Por qué crees que en estos tiempos hay que volver a las raíces? ¿Por qué defiendes tan férreamente la tonada asturiana?

M: Pues mira, yo creo que es necesario volver a las raíces y, sobre todo, también volver a revisar la historia, porque las cosas se repiten una y otra vez. Entonces, ver cómo actuaron en el pasado y cómo se enfrentaron —teniendo lo mucho más complicado que lo que tenemos ahora— creo que es un ejemplo a seguir. Por eso yo insisto tanto en recuperar las historias de todas estas mujeres.

La tonada la defiendo porque creo que no tiene el reconocimiento que se merece. Y la defiendo ya desde un lugar interno: ya no estoy pensando solo en que se conozca fuera de Asturias, que también y ojalá, sino también en que dentro de Asturias tenga el reconocimiento que se merece.

Es una batalla tuya, ¿no?

M: Sí, porque cuando cantaban en la tonada siempre peleaban mucho para que se las respetara, para que estuvieran en los sitios que se merecían y que se les dejara un poco de libertad en cuanto a la manera de interpretar. Porque es verdad que la tonada durante los últimos años vivió mucho de concursos, y los concursos al final la encorsetan mucho: tú tienes que cantar las canciones exactamente igual que se cantaban.

Somos muy pocos los que queremos hacer cosas nuevas y, claro, el público de la tonada es un público muy envejecido. Hace falta que llegue a la gente más joven, que se conozca, que se hagan cosas con ella, que se juegue. Eso ya tiene que pasar al final, para que fuera también se vea de otra manera, que se lleve a los teatros y que no se cante de cualquier manera.
Hace años la tonada tenía su buen lugar, pero, de repente, como que no se cuidaba de manera suficiente, para mí.

¿Pero su lugar dentro de Asturias? Porque yo la he conocido gracias a ti.

M: No, no. Y a mí me pasó en años anteriores: ir a una radio especializada en folclore y no conocer la tonada asturiana. Creo que la revolución empieza por dentro siempre, así que lo primero que hay que hacer es quererla más desde dentro.

Claro, defenderla tú para que puedas transmitir el mensaje mejor.

M: Y que estemos orgullosos de ella y que lo contemos, ¿sabes? Que no sea salir de Asturias y hablar solo de la gaita, de la sidra o del cachopo (que es un invento nuevo).

En Asturias hay más cosas, y creo que cuanto más conozcamos y valoremos lo nuestro, más lo vamos a defender también hacia afuera, y más lo van a apreciar los demás.

Yo estoy de acuerdo con eso. Dinos tu canción favorita del disco y un momento para escucharlo.

M: A ver, es difícil, ¿eh? Es que hay canciones para todo. Hay un tema que sale ahora con el disco que se llama «La tormenta», que a mí me gusta mucho porque empieza cantando con un trono atonado, pero luego hay una combinación muy guay. Y, aparte, en la parte occidental de Asturias, antiguamente se hacían una serie de curos para curar enfermedades —tenían esas creencias antiguamente— y también para ahuyentar fenómenos meteorológicos (para que dejara de llover, para que no hiciera tanto calor). En el caso de la tormenta, había una señora que era como la informante, ¿no? Y a partir de ahí escribí esta canción. La informante está viva y aparece en el videoclip.

El disco se puede escuchar cuando estés un poco más nostálgico, pero luego tienes «La manzana», que te llena de energía.

El pañuelín es una reinterpretación de la canción del Presi. ¿Desde qué lugar quisiste reinterpretarla?

M: Él sacó la historia de otras que había escuchado, que ya cantaba Valderrama. Había hablado del romance de la novia del Reverte. El Reverte era un torero, y el Presi hizo una canción que no tenía que ver con esa historia, con ese romance; pero sí hay partes que, cuando escuchas al Presi, recuerdan a la canción de Antoñita y Valderrama.

Me gustaría saber dónde escuchó todo aquello para hacer sus propias historias. Yo quise hacer un poco lo mismo: coger su canción, darle una vuelta —también melódicamente— y contar la historia desde el lugar de la mujer que tenía el pañuelo, pero que no era la mujer principal. O sea, cambié la historia desde otro punto de vista. Entonces habla de amor, no de desamor.

Bueno, al final fue un juego. Era un poco lo que hacía él. Él jugó porque era un adelantado. Era un homenaje a lo que hacía el Presi. Y a mí me gustaba el Presi porque precisamente jugaba con los folclores, con los cancionistas. O sea, hacía y deshacía a su antojo y la gente se volvía loca.

Entiendo que cuando haces esta reinterpretación tienes mucho respeto hacia la canción.

M: De hecho, lo primero que hice fue preguntar a gente que conozco, que estudió el libro sobre él, si la canción era de su autoría, porque tenía miedo de meterme en un jardín; no sé, que fuera toda la canción escrita por él y yo desarmarla. Y eso no lo podía hacer. Y me dijeron que no había nada documentado.

Al final es coger trocitos de cosas y darles otra vuelta, otra visión. Creo que, si él estuviera vivo, lo hubiese entendido perfectamente.

María, me ha gustado mucho la entrevista. ¿Quieres añadir alguna cosa más?

M: Voy a estar en el Inverfest el 13 de enero.

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